La Historia de Jocelynn
El suicidio de Jocelynn Rojo Carranza, una niña de 11 años de Texas, resuena como un eco sombrío de los horrores a los que muchas familias inmigrantes se enfrentan diariamente en Estados Unidos.
La niña, quien vivía bajo la constante amenaza de ser separada de su familia debido al estatus migratorio, intentó quitarse la vida tras sufrir acoso escolar.
El 3 de febrero, la menor de 11 años fue hallada inconsciente en su casa. Aunque los paramédicos lograron reanimarla, en el hospital fue declarada con muerte cerebral. El 12 de febrero, su familia tomó la decisión de desconectarla.
La tragedia ocurrió en un contexto en el que la xenofobia, el racismo y las políticas migratorias del gobierno estadounidense se conjugan para crear una tormenta de terror que afecta principalmente a los más vulnerables: la infancia y la adolescencia.
El miedo de los mexicanos a ser deportados de Estados Unidos ha aumentado significativamente en los últimos años, especialmente tras la reelección de Donald Trump en noviembre de 2024, con casi 11 millones de personas en situación irregular en el país, de las cuales 4.8 millones eran nacidos en México, según datos oficiales.
Jocelynn, hija de inmigrantes indocumentados, padecía un sufrimiento invisible para muchos, pero palpable y constante en su vida cotidiana. La pesadilla comenzó en la escuela, donde sus compañeros, conscientes del estatus migratorio de su familia, la acosaban constantemente.
La amenaza de la deportación, que parecía tan lejana pero tan real, se convertía en el arma más cruel con la que se hería a una niña inocente. “Si tus papás se van, tú te quedas sola”, le decían, sin entender que, más allá de las palabras, el daño era profundo y duradero.
Lo más alarmante de esta tragedia no es solo la pérdida de una vida joven, sino la falta de acción que ocurrió a nivel institucional. La escuela, que debía ser un refugio seguro para Jocelynn, no informó a su familia sobre los episodios de acoso que la niña enfrentaba. Aunque se le ofreció un apoyo ocasional de un consejero escolar, no se tomaron las medidas adecuadas para intervenir.
Esta omisión en el deber de protección pone de relieve la falta de una red de apoyo sólida para las familias inmigrantes que atraviesan situaciones de vulnerabilidad. La violencia escolar, en este caso, no fue solo un maltrato verbal, sino una agresión sistémica que se nutre del miedo a ser deportado.
Aunque no se dispone de cifras específicas sobre muertes relacionadas con el bullying en Estados Unidos en los últimos años, estudios indican que el 77% de los niños de primaria y secundaria han sido víctimas de bullying al menos una vez, y diariamente, alrededor de 160,000 estudiantes faltan a la escuela por temor a ser acosados.

Si además agregamos el miedo a la deportación y el racismo al de los ya de por sí graves efectos del acoso escolar, encontramos que las familias inmigrantes viven una tensión constante, en la que el temor a ser separados y a perder a sus seres queridos es un peso que nunca se aligera.
En el caso de las niñas y niños, el temor a ser arrastrados lejos de sus padres no es solo un sentimiento abstracto, sino una ansiedad palpable que puede tener consecuencias fatales. Jocelynn es solo una de las muchas víctimas silenciosas que viven bajo la sombra de un sistema que criminaliza su existencia.
La respuesta de la comunidad, aunque conmovedora, llega tarde. Organizaciones defensoras de derechos humanos han alzado la voz, exigiendo respuestas y una mayor protección para los inmigrantes, pero el daño ya está hecho.
Jocelynn no podrá vivir la vida que le arrebató una sociedad que no supo escucharla.
Fuentes:
New York Post (19 de febrero de 2025).
El País (23 de febrero de 2025).
HuffPost (19 de febrero de 2025). Que resuene fuerte: ¡Nos queremos vivas!
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